sábado, 8 de enero de 2011

Trabajar en equipo.

Fue interesante trabajar en equipo un libro tan lleno de teorías interesantes como el de Sweezy. Nuestro equipo de trabajo, compuesto por Dani, Fernando, Jaime, Carlos y yo, hemos realizado un trabajo en conjunto que he colgado en el post anterior.

Esta forma de aprender es sin duda efectiva, como se puede comprobar en el trabajo, todos hemos conseguido sincronizar el aprendizaje obtenido del libro.

Sobre Sweezy.

Del libro de Sweezy podemos obtener varias enseñanzas, entre las más interesantes está el hecho de que el método que utilizó Karl Marx para llevar a cabo sus estudios fue el abstracto-deductivo, basado en aproximaciones sucesivas, yendo paso a paso de lo más abstracto a lo más concreto. Es necesario localizar lo más importante del problema analizado para avanzar en la investigación. Es decir, “poner de relieve lo que es esencial y hacer posible su análisis”. Se necesita formular hipótesis acerca de lo que es esencial, profundizar en ellas y comprobar las conclusiones con los datos de la experiencia, es decir, contrastar con la realidad si el conocimiento que hemos generado tiene validez.

La principal preocupación de Marx era la sociedad, las relaciones sociales entre los hombres y el posible cambio de las mismas. El modo de producción determina las relaciones sociales. El cambio social se da cuando hay movimientos en el modo de producción.

Marx tomó de Hegel la idea del desarrollo histórico modelado por luchas entre fuerzas contradictorias. Pero añadió la idea del conflicto de clase, concibiendo como materialista ese proceso dialéctico.

La lucha de clases en la sociedad burguesa contemporánea a Marx se daba entre los dos actores que protagonizaban la principal relación económica existente: capitalistas y obreros asalariados. Esa relación antagónica entre burguesía y proletariado fue el centro alrededor del cual giró la investigación de Marx.

Para facilitar su trabajo, Marx simplifica. No estudia individuos sino clases. Generaliza y atiende a esos dos actores sociales cuyas relaciones en la producción determinan el funcionamiento del conjunto social

Al ser la relación capital-trabajo una relación de cambio (capitalista compra fuerza de trabajo del obrero a cambio de una retribución con la que pueda satisfacer sus necesidades básicas), Marx concluye que en el centro de las relaciones de producción capitalista se encuentra el cambio. Es decir, en las mercancías, aquello que habitualmente en vez de usarse directamente se destina al intercambio. Así Marx, tras todo ese proceso de abstracción, llega hasta la mercancía como punto concreto alrededor del que gira todo el sistema.

El proceso de abstracción que gobierna en el método de Marx no aleja su investigación de la realidad concreta. Marx aporta multitud de datos factuales. Esto se debe a que el propósito de la abstracción no es nunca alejarse del mundo real, sino más bien aislar ciertos aspectos del mundo real para fines de investigación intensiva. Por tanto, operar en un alto nivel de abstracción supone considerar un número relativamente reducido de aspectos de la realidad.

Es importante entender que las tendencias o leyes enunciadas por Marx no son predicciones directas del futuro, solo valen para el nivel de abstracción en el que se han obtenido.

Conforme avanza la obra de El Capital, en los volúmenes II y III, el nivel de abstracción va siendo paulatinamente más bajo.

Otra característica del método marxista es que es eminentemente histórico. Para Marx la realidad social es el proceso de cambio inherente a un determinado juego de relaciones. Ese cambio es consecuencia de la acción humana, y ésta a su vez es limitada por el tipo de sociedad en que se asienta. De esta manera, se interpretan los hechos en un contexto histórico-mundial dinámico.

A diferencia de economistas clásicos como Adam Smith, Marx niega que la división del trabajo esté necesariamente ligada a la producción de mercancías. Es decir, para Marx, la producción de mercancías (destinadas al cambio) no es la forma universal e inevitable de la vida económica. Es una posibilidad, dominante en los últimos siglos de la historia, pero no la única posible como se desprendía de los escritos del autor de “La Riqueza de las Naciones”. Así, se abre la puerta a no sólo estudiar relaciones cuantitativas que nacen de la producción de mercancías, también se pueden abordar desde el punto de vista cualitativo.

De este modo, Marx distingue dos dimensiones dentro del valor de las mercancías: el valor de uso y el valor de cambio. El primero sería el valor subjetivo que un consumidor da al bien que va a consumir. Dado que el valor de uso, sea el que sea, no da cuerpo a ninguna relación social, Marx no lleva a cabo un estudio pormenorizado del mismo.

El valor de cambio, por su parte, responde a una relación cuantitativa entre cosas. Es expresión de una relación social dado que los productores individuales, trabajando aisladamente cada uno, trabajan en realidad los unos para los otros. Debido a la división del trabajo que impera en la sociedad los productores trabajan independientemente unos de otros, pero luego cambian sus mercancías por otras, según el valor de cambio de las mismas. Por ello el valor de cambio responde a una relación social.

Hay que notar que el valor de uso es universal, existe y existirá siempre en todos los bienes. Pero el valor de cambio no, es una característica de las mercancías existentes en un sistema con una división del trabajo desarrollada y donde la producción es privada.

La base del valor de una mercancía viene proporcionada por el trabajo que hay detrás de ella. El trabajo también tiene dos dimensiones, una el valor de uso, la utilidad de los productos que son creados gracias al trabajo. Otra, el valor de cambio que adquieren las mercancías. Si se abstrae aquel trabajo útil, lo que queda es fuerza de trabajo humana abstracta, general.

La sociedad capitalista se caracteriza por un grado de movilidad del trabajo mucho mayor del que prevalecía en cualquier forma social anterior. Los trabajadores cambian de puesto o labor con frecuencia. Esto se debe a la concepción del trabajo como algo abstracto, no se liga la rama laboral a la persona. El trabajo humano se adapta a la demanda cambiante, a la necesidad del mercado. El trabajo es concebido como un medio para crear riqueza en general y ha dejado de desarrollarse junto con el individuo en un destino particular.

El valor de una mercancía viene determinado por el trabajo abstracto que la ha hecho posible. La mercancía es trabajo abstracto materializado. Para ser producida ha absorbido una parte del total de la fuerza de trabajo disponible en la sociedad. Por ello la magnitud del valor expresa la conexión que existe entre cierto artículo y la parte del tiempo total que la sociedad requiere para producirlo.

Marx habla del carácter fetichista de las mercancías. Con ello se refiere al carácter materialista que las relaciones sociales han tomado con el capitalismo. Aquí, el sistema productivo altamente desarrollado domina la vida social. Se da así la impersonalización de las relaciones sociales. El productor individual trata con su prójimo sólo a través del mercado, donde los seres humanos no son más que instrumentos al servicio de precios y cantidades vendidas.

Esa instrumentalización también se deja notar en las estructuras de pensamiento. Las ideas, los avances en las ciencias naturales tienen como fin su adaptación en la sociedad.

La forma de producción de mercancías es el velo más eficaz posible para ocultar el verdadero carácter de clase de la sociedad capitalista. Todo el mundo aparece como un propietario con algo que vender. Existe un plano de igualdad de relaciones contractuales libres. Pero bajo esa bonita apariencia se esconde la misma sumisión que antaño guardaba el siervo hacia el amo. El obrero no se da cuenta de que su falta de acceso a los medios de producción le obliga a trabajar en condiciones dictadas por aquellos que sí los controlan. En el mundo de las mercancías el obrero no advierte esto. Vende su fuerza de trabajo, y ve en ello un intercambio justo, siempre que se pague por ella su verdadero valor.

El capitalismo es contradictorio. Por un lado, propugna la racionalidad económica para maximizar resultados individuales pero, por otro, exhibe una creciente irracionalidad del sistema como un todo.

En el capítulo tercero, El Problema del Valor Cuantitativo, Sweezy explica la “ley del valor cuantitativo” de Marx, una teoría desarrollada tomando como referencia la producción simple de mercancías (posteriormente adaptada al capitalismo), por la cual se resumen las fuerzas que actúan en una sociedad mercantilista: las proporciones del cambio de las mercancías, la cantidad producida de cada una y la asignación de la fuerza de trabajo a las diferentes ramas de la producción; y se demuestra que a pesar de la falta de un modo centralizado de toma de decisiones sobre estas cuestiones, sin embargo existe un orden debida a la competencia entre los propietarios de las mercancías.

En toda sociedad resulta fundamental que el trabajo se aplique a la producción, y que lo producido sea distribuido entre los miembros de la sociedad. Según el marxismo, a lo largo de la historia han ido cambiando las leyes por las que se han organizado la producción y la distribución.

La producción de mercancías requiere proporciones de trabajo específicas, mientras que por otra parte las mercancías se intercambian en proporciones precisas. Así, para Marx existe una correspondencia exacta entre las proporciones de intercambio y las del tiempo de trabajo para su producción, de forma que las mercancías que requieren el mismo tiempo de trabajo para su producción, se intercambian “una por una”.

Pero según esto, si el trabajador es poco hábil o está enfermo o cansado, o trabaja en condiciones extremas, el tiempo para producir una mercancía sería mayor, con lo que en principio su valor sería superior. Por ello sólo debemos contar con lo que se denomina “trabajo socialmente necesario”, lo que implica aquel que se necesita para producir un artículo en condiciones normales y con el grado medio de habilidad.

Por lo tanto puede existir un trabajo más calificado debido a las condiciones particulares del trabajador (habilidad innata o mayor instrucción), y que por lo tanto sea equivalente a una cantidad mayor de trabajo de un trabajador menos calificado. Pero esto no puede llevarnos a pensar que la relación entre los dos tipos de trabajo venga determinada por el valor relativo de cada una de las mercancías producidas en esa hora de trabajo. Es decir podemos relacionarlos sin tener en cuenta los valores de sus productos.

En principio si la superioridad es innata, ésta aparecerá en cualquier trabajo (lo cual no siempre es así pues existen capacidades innatas muy específicas, no traspasables, como por ejemplo ocurre con los deportistas de élite, pintores, músicos, matemáticos, etc.; pero Marx desecha esta posible debilidad de su teoría diciendo que se trata de casos excepcionales, no aplicables a la masa trabajadora), y por lo tanto podremos comparar a los dos trabajadores en cualquier línea de producción para ver cuál es la relación proporcional entre ambos trabajos.

Para el caso de la superioridad debida a la mayor instrucción, tendremos que tener en cuenta que el obrero más capacitado emplea su propio trabajo pero también el que en su momento realizaron sus instructores, de forma que a su vida laboral total habrá que sumarle la de su formación, para determinar así el valor de una hora de su trabajo en comparación con la del “trabajo simple”.

Sweezy incide en que esta teoría no contradice la de la determinación de los precios por la oferta y la demanda, y para ello recuerda el ejemplo de la caza del ciervo y el castor de Adam Smith, también utilizado por Ricardo, según la cual el precio (expresión monetaria del valor) de uno u otro, en principio dependería del tiempo que cuesta cazar cada uno, por lo que costaría más el castor (2X1), pero entonces todo el mundo se dedicaría a cazar ciervos porque podría cazarlos en la mitad de tiempo, con lo que no habría castores en el mercado y debido a la ley de la oferta y la demanda, subiría su precio y la gente volvería a cazarlos, de forma que al final se mantendría el precio del tiempo que cuesta cazarlos como situación que da estabilidad al mercado. Según esto la oferta y la demanda sólo estarán equilibradas cuando el precio de las mercancías dependa del tiempo de su producción, y de igual forma, como dijo Marx, cuando la oferta y la demanda se equilibran mutuamente, entonces el precio de una mercancía coincide con su valor real. Pero para que todo esto se dé, a su vez debe cumplirse la condición de que los cazadores puedan pasar libremente de la caza de uno a otro animal, es decir que los trabajadores puedan pasar de una línea de producción a otra sin ningún tipo de limitación.

Marx es acusado de no tener en cuenta las necesidades y deseos de los consumidores para determinar las relaciones del valor cuantitativo. Sweezy está de acuerdo con la importancia de la demanda para establecer el valor cuantitativo del trabajo, y siguiendo con el mismo ejemplo, dice que no basta con sólo tener en cuenta el costo del trabajo relativo de la caza del castor y el ciervo, sino que también es preciso conocer la intensidad de la demanda sobre cada uno de ellos, teniendo en cuenta que uno, el castor, por ejemplo sólo se utiliza para hacer gorros de piel mientras que el otro puede ser el elemento fundamental de la dieta proteica de la población. Sin embargo no está de acuerdo en que Marx no hubiese tenido en cuenta a la demanda, lo que dice es que la trató poco en sus tratados económicos debido a dos razones: en el capitalismo la demanda es sólo parcialmente una cuestión relacionado con las necesidades reales de los consumidores; y porque la demanda está condicionada por la propia estructura de clases, es decir por la distribución de los ingresos. Es decir se trata de necesidades que no emanan por motivos biológicos elementales, sino de la propia organización societaria.

La condición necesaria para que se cumpla esta ley del valor es la de la existencia de una sociedad de productores privados que satisfagan sus necesidades mediante el intercambio y la competencia entre ellos, es decir una sociedad capitalista, y por lo tanto deja de ser aplicable en una economía planificada y centralizada como la socialista.

No debemos confundir la producción de mercancías en general con el capitalismo, pues aunque sea cierto que sólo bajo este sistema la mayor parte de los productos adoptan la forma de mercancía, y que por lo tanto éste implica la producción de mercancías, sin embargo lo contrario no es cierto, pues éste sólo se da cuando se cumplen una serie de características:

Propiedad medios de producción corresponde a un conjunto de individuos, mientras que otros realizan el trabajo.

Todos los medios de producción, incluida la fuerza del trabajo, son mercancías, es decir intercambiables y por lo tanto tienen un valor de cambio, siendo la compra-venta de la fuerza de trabajo la principal característica diferenciadora del capitalismo.

En la producción simple de mercancías el productor vende sus mercancías para comprar otras que satisfagan sus necesidades, es decir el proceso implica: Mercancías-Dinero-Mercancías (M-D-M). En el capitalismo, el propietario capitalista se presenta en el mercado con dinero, compra mercancías (fuerza de trabajo y medios de producción) y después de cumplido un proceso de producción vuelve al mercado con un producto que convierte en dinero (D-M-D), es decir el dinero es el principio y el fin, y está claro que la D final debe ser de mayor magnitud que la inicial, por lo que la denominaremos D’>D. Es decir, el capitalista sólo invierte en fuerza de trabajo y medios de producción, si a cambio obtiene más dinero. La diferencia entre D y D’ es lo que Marx denominó plusvalía.

En sentido estricto, cuando hablamos de fuerza de trabajo, en realidad nos estamos refiriendo al propio trabajador. El hecho de que exista un contrato de trabajo temporal no debe servir para obviar que lo que el trabajador hace es venderse como una mercancía, con un valor del que ya se ha hablado al tratar del capítulo 3 del libro de Sweezy.

El caso es que el capitalista compra maquinaria, materiales y fuerza de trabajo, a sus valores de equilibrio (según la teoría del valor cuantitativo), y los combina para producir unas mercancías que de nuevo pone en el mercado a sus valores de equilibrio, obteniendo una ganancia. La pregunta que se hace y responde Marx es de donde sale esa plusvalía.

La plusvalía no puede surgir de la mera circulación de mercancías, pues así lo que cada uno ganara como vendedor lo perdería como comprador, y al final lo que habría sería una continua subida de precios, sin beneficio para nadie. Tampoco los materiales o la maquinaria pueden transferir al producto más de lo que ellos contienen. Por ello sólo la fuerza de trabajo puede ser la fuente de la plusvalía. Por lo tanto la jornada de trabajo de un trabajador se divide en trabajo necesario y trabajo excedente, de forma que el capitalista se apropia del producto del trabajo excedente en forma de plusvalía.

Así el valor de toda mercancía producida en el capitalismo se puede dividir en tres partes: el valor de los materiales y la maquinaria usados que por no experimentar ninguna variación de su valor, se denomina “capital constante” (c); la fuerza de trabajo que por la plusvalía que produce, se denomina “capital variable” (v) y por último, la propia plusvalía (p). valor total = c+v+p; fórmula aplicable a todo el conjunto de la economía, y que es la espina dorsal de toda la teoría económica marxista, y de la que derivan las siguientes proporciones:

Tasa de Plusvalía (p’)= p/v, a la cual Marx denomina tasa de explotación, al ser la relación entre el trabajo excedente y el necesario.

Composición orgánica del capital (o)= c/c+v; relación del capital constante con el variable, en el capital total usado en la producción. Es una medida de la amplitud en que el trabajo es provisto de materiales, instrumentos y maquinaria en el proceso productivo.

Tasa de la ganancia (g)= p/c+v; es decir la proporción de la plusvalía respecto al desembolso total de capital. Muestra la tasa de la ganancia sobre el capital realmente empleado en la producción de una mercancía dada. la tasa de la ganancia, es una función de la tasa de la plusvalía y de la composición orgánica del capital.

La reproducción simple es un concepto que sólo se puede entender dentro de un sistema capitalista que conserve hasta el infinito las mismas dimensiones y proporciones entre sus diversas partes. Para que pudiera darse esta utopía, por un lado, los capitalistas deberían reponer el capital gastado o usado año tras año y gastar la totalidad de su plusvalía en el consumo; y por otro lado, los obreros tendrían que gastar todo su salario en el consumo.

Para entender el concepto de reproducción simple, debemos imaginar que toda la industria está dividida en dos grandes ramas: en la rama I se producen medios de producción y en la II los artículos de consumo. Son condiciones imprescindibles de la reproducción simple, que el capital constante usado sea igual a la producción total de la rama de bienes de producción, y que el consumo combinado de capitalistas y obreros sea igual a la producción total de la rama de artículos de consumo.

Dentro de la producción distinguiremos dos amplias categorías: la producción total de medios de producción y la producción total de artículos de consumo. La suma de las dos producciones constituye la totalidad de la oferta social de mercancías. En cuanto al ingreso, por otra parte, se aprecian tres categorías: el ingreso del capitalista que éste debe gastar en medios de producción para mantener su posición como capitalista, el ingreso del capitalista que es libre de gastar en el consumo (plusvalía) y el ingreso del trabajador (salario). Ahora bien, al existir capitalistas y obreros en las dos grandes ramas de la producción, podemos afirmar que el ingreso se divide en seis categorías, tres por cada rama, que sumadas constituyen la demanda total de mercancías.

La utilidad de comprender la reproducción simple no es más que una manera de desnudar la estructura-relación oferta y demanda de las economías capitalistas en función de los tipos de productos y del papel de los receptores de ingresos según si son capitalistas u obreros

Pero como decíamos, el concepto está despegado de la realidad. En el mundo capitalista, el empresario siempre tiene tendencia a ampliar su capital convirtiendo una parte de la plusvalía en capital adicional. A mayor capital, aún más plusvalía, que a su vez transforma en capital adicional, y así sucesivamente. Este es el proceso conocido como acumulación de capital; que constituye la fuerza motriz del desarrollo capitalista.

Ese deseo de aumentar la acumulación de capital proviene de su posición dentro de la organización de la producción social. Pero para incrementar esa acumulación tendrá que emplear los métodos técnicos más avanzados y eficientes y esos métodos de producción exigen mayores inversiones que dejan sin valor los medios de producción existentes. Esa urgencia de acumular no excluirá el deseo de consumir.

Estas ideas de Marx sobre los factores de la acumulación y el consumo de los capitalistas chocan con las teorías que se centran en la abstinencia y la espera. Para la teoría de la abstinencia, es penoso para el capitalista “abstenerse” de consumir a efecto de acumular y, en consecuencia, el interés del capital debe considerarse como el elemento motivador necesario de tal abstinencia. En la teoría de la espera se afirma que los capitalistas desean consumir todo lo que poseen pero no lo hacen porque esperan que podrán consumirlo con interés en el futuro.

El proceso de acumulación lleva aparejado el incremento de la demanda de la fuerza de trabajo. Cuando aumenta la demanda de una mercancía, su precio sube y esto lleva consigo una desviación del precio respecto del valor. Sin embargo, no podemos decir que suceda lo mismo con el factor productivo trabajo ya que no es una mercancía ordinaria. No hay capitalista que pueda dedicarse a producir fuerza de trabajo en caso de que suba el precio de ésta: Sólo en una sociedad esclavista se podría dar ese caso.

Ricardo habla de que el trabajo tiene un precio natural y un precio de mercado. El precio natural del trabajo es el precio necesario para que los trabajadores puedan subsistir y perpetuar su raza, sin aumento ni disminución. El mecanismo necesario para ajustar los salarios más o menos al nivel de subsistencia, reside en la teoría de la población.

Para Marx lo que el denomina el ejército de reserva será el mecanismo para frenar la subida de salarios provocada por la acumulación de capital. El ejército de reserva lo conforman los obreros desocupados, principalmente entre aquellos que han sido desplazados por la maquinaria, y mediante su competencia activa en el mercado de trabajo, ejercen una presión constante hacia abajo en el nivel del salario. Marx consideraba la introducción de maquinaria una respuesta más o menos directa de los capitalistas a la tendencia ascendente de los salarios.

Concluye Marx afirmando que será principalmente a través de innovaciones tecnológicas que economizan el trabajo como se recluta el ejército de reserva y, sólo por la existencia continua de éste, pueden sobrevivir la plusvalía y la clase que ella sostiene.

La acumulación constante de capital viene acompañada de una mecanización progresiva del proceso de producción. Ello quiere decir que la productividad del trabajo crece continuamente, y que la composición orgánica de capital muestra también una tendencia ascendente y sostenida. Marx se basa en estos cursos para elaborar su “ley de la tendencia descendente de la tasa de ganancia”. La composición orgánica de capital (C.O.C.) es la proporción del desembolso capitalista en materiales y maquinaria respecto al desembolso total, y puede expresarse con la siguiente fórmula:

g= p’ (1-o)

g es la tasa de ganancia

p’ la tasa de plusvalía, y

o la composición orgánica de capital

De la misma se infiere que, suponiendo que la tasa de plusvalía es constante, si o sube, g tiene que bajar. Por su parte, o muestra una tendencia creciente en el curso del desarrollo capitalista, por lo que debe haber una tendencia de g a caer. A esto Marx lo llama Teoría de la Ley, algo de mucha relevancia para él ya que, en sus propias palabras “la tasa de ganancia es la fuerza compulsora de la producción capitalista”. Además, enumera seis ‘causas contrarrestantes’ que anulan la ley general de la tasa descendente de la ganancia, dejándole sólo el carácter de tendencia, a saber:

- Si mantienen baja la C.O.C:

Abaratamiento de los elementos del capital constante.

Comercio exterior.

- Si eleva la tasa de plusvalía:

Comercio exterior (otra vez).

Aumento de la Intensidad de explotación.

Depresión de los salarios más debajo de la intensidad de explotación.

Sobreexplotación relativa.

Sin embargo, hay otras fuerzas que pueden clasificarse en las que tienden a deprimir la tasa de ganancia, y las que tienden a elevarla. Entre las primeras se encuentran los sindicatos o la acción del Estado en beneficio de los trabajadores; y entre las segundas las organizaciones patronales, la exportación de capital, la formación de monopolios o la acción del Estado en beneficio del capital.

Marx supone que en la fórmula, la plusvalía permanece constante, pero ¿es verdad eso? Porque de serlo, tendría lugar una elevación de los salarios reales proporcional al aumento de la productividad del trabajo. Además, no hay que olvidar que el principio de la productividad ascendente tiene a llevar consigo una tasa más alta de la plusvalía.

En definitiva:

Si aumenta la composición orgánica del capital acarrea una subida de la productividad del trabajo, y por ende, un aumento en la tasa de plusvalía. El aumento de la C.O.C. tenderá a restablecer la tasa de plusvalía, y en esa forma, a acrecentar el volumen de la plusvalía más allá de lo que éste hubiera sido en ausencia del aumento de la C.O.C.

Según Marx, “la crisis real puede explicarse sólo por el movimiento real de la producción capitalista, de la competencia y del crédito”, es decir, mecanismos financieros más complicados que los sistemas tipos que fueron analizados en El Capital. Desafortunadamente, Marx no vivió lo suficiente para abordar en profundidad el tema de la crisis, asunto que trataron sus sucesores.

La forma de transacción típica ha pasado de ser Mercancía por Mercancía a Mercancía por Dinero. El dinero divide el acto de cambio en dos partes que, por la naturaleza del caso, pueden estar separadas en el tiempo y en el espacio. Este modelo de intercambio privado lleva consigo una posibilidad de crisis, ya que una interrupción en el proceso de compra-venta puede extenderse desde su punto de origen a toda la economía - hay que tener presente que la crisis es casi accidental en un sistema de producción simple, no así en el sistema capitalista -. Entonces aparece la crisis, donde coinciden mercancías invendibles y necesidades insatisfechas, dando lugar a una crisis propia del sistema capitalista: la crisis de sobreproducción. En este caso, la sobreproducción es el resultado de la crisis, y no al revés.

De esta forma se elaboró la Ley de Say, del economista Jean Baptiste Say, que argumentaba que la circulación Mercancía-Dinero-Mercancía no podía detenerse, ya que a una venta sigue invariablemente una compra por igual cantidad. Esto es falso, y sin embargo, en la misma línea Ricardo negaba la posibilidad de la sobreproducción diciendo que quien vende está determinado a comprar. Marx rebate a ambos arguyendo, simplemente, que nadie está obligado a comprar después de vender.

La forma de circulación Mercancía-Dinero-Mercancía es propia de la producción simple de mercancías, pero la forma Dinero-Mercancía-Dinero’ es la propia del sistema de producción capitalista. En la primera, el valor de cambio de la Mercancía es igual al comienzo y al final, mientras que el valor de uso es casi nulo para su productor. El propósito del cambio es la adquisición del valor de uso. La producción simple es producción para el consumo, lo que implica la improbabilidad de la crisis. Por su parte, en la segunda, el capitalista inicia su carrera con dinero suficiente para funcionar efectivamente como capital; lanza éste a circulación, a cambio de fuerza de trabajo y medios de producción; finalmente, después de cumplido un proceso de producción, reaparece en el mercado con mercancías que transforma de nuevo en dinero. Por tanto el Dinero al principio como el Dinero’ al final representan valor de cambio, ninguno de ellos posee valor de cambio. La apropiación de tanta más riqueza en abstracto, se vuelve el único móvil de sus operaciones.

Visto que el capitalista está interesado en elevar al máximo su tasa de ganancia (ése es su principal objetivo cuando aventura su capital en la producción), si el incremento de capital se ve afectado, el capitalista reconsiderará la conveniencia de lanzar más dinero a la circulación. Por tanto, la fragilidad del incremento del capital es el Talón de Aquiles del capitalismo, que no existía en la producción simple de mercancías. Sin embargo, no es necesario que la tasa de ganancia deba desaparecer o volverse negativa para producir una crisis. Lo único que se requiere es un descenso en la tasa de la ganancia más allá de su nivel ordinario para inducir al capitalista a retener su capital en forma de dinero, esperando condiciones más favorables.

sábado, 11 de diciembre de 2010

La Silla del Águila, de Carlos Fuentes.



El libro que he elegido es La Silla del Águila (2003), escrito por Carlos Fuentes. Se trata de un drama enriquecido en mucho por la ficción pero que no deja al mismo tiempo de retratar la realidad política de un país, México, cuya democracia imperfecta, como la calificaría Vargas Llosa, es además de un títere, un estorbo.

Una de las conclusiones que extraigo de La Silla del Águila, y con esto regreso a las enseñanzas del Anciano del Portal, uno de los personajes centrales de la novela, es que […] la lucha del poder destruye lo único que le da sentido al poder, que es crear riqueza para el país en un orden de paz y legalidad[…]. México aún no está preparado para consolidar la pseudodemocracia que ha engendrado. Los levantamientos de ciertos sectores de la sociedad que reclaman justicia, como el del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 1994, han traído la apariencia de avance y democratización, pero hoy por hoy han fracasado.

En las elecciones presidenciales de 2006 México vió a un candidato a la presidencia por el Partido de la Revolución Democrática, Andrés Manuel López Obrador, fuerte y capaz, pero con el repudio enzarzado de una mitad del país. Un opositor que no supo unir al ya de por sí dividido México. Las polémicas elecciones le dieron la victoria al Partido Acción Nacional, y hoy en día tenemos un presidente que se piensa autoritario liderando a un país convulsionado, violentado, que desconoce sus potenciales porque además, está mal desarrollado en aspectos fundamentales como lo es el de la educación.

A mi parecer, la novela saca a la luz el debate de la necesidad de “salvar” a México, concluyo que la salvación sólo puede darse a través de una reforma de las instituciones y de sus instrumentos de poder. Sólo reformándolas de raíz se podrá cultivar e impulsar una verdadera “revolución humanista”, como lo llamaría Jesús Reyes Heroles.

No obstante los que así deseamos el verdadero cambio tampoco podemos olvidar que "el México más bárbaro nomás dormita pero no se muere nunca y despierta bronco a la menor provocación". La insurrección de los rebeldes termina siempre en fatalidad.

Espero, como esperan los mexicanos del 2020 y los de hoy, a un líder con buen juicio, prudencia y que haga un uso mesurado pero irrevocable de la fuerza para eliminar las fatales desviaciones de la sociedad mexicana.

Conocemos a un México devastado, condenado a padecer el ejercicio de poder de los espurios, un país de excesos y carencias en donde se unen la pasividad ciudadana y la ineptitud de los gobiernos. La narrativa de Carlos Fuentes, fundamental en una coyuntura como la nuestra, simboliza un acercamiento a esa construcción de un país mejor.